Hace cuatro años, los Clubes asociados del fútbol mexicano, decidieron una medida arriesgada para mejorar el comportamiento de las hinchadas: derribaron los alambrados y defensas que separaban las tribunas del campo de juego, dejando solo barandas bajas. Increíblemente, la consecuencia fue un notorio mejoramiento en la conducta del público y una disminución de los conflictos en los partidos.
En el ámbito de las relaciones humanas, si expreso desconfianza y pesimismo sobre las intenciones de otra persona, estoy también ayudando a que esa persona actúe mal. Por el contrario si lo supongo inspirado de la mejor voluntad, facilito la autovaloración y es más probable que afloren sus mejores intenciones. El espacio físico interactúa de la misma forma con quienes lo usan, da mensajes a veces muy contundentes y puede contribuir a orientar el comportamiento de las personas.
Sin embargo, no es tan simple como para suponer que todo es cuestión de quitar rejas o dejar autos abiertos con las llaves puestas, resulta obvio. Pero sí hay que entender y está suficientemente demostrado que los espacios físicos, tanto privados como fundamentalmente públicos, pueden ayudar inteligentemente a construir confianza y a disminuir muchas de las causas que promueven el delito. La Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Pablo, construida en 1961 es un edificio reconocido por sus espacios integrados y por no tener puertas ni barreras de ingreso. Está absolutamente relacionada con el espacio exterior y sin embargo no ha tenido en tanto tiempo de uso problemas de seguridad, habiendo computadoras y distintos objetos posibles de ser robados. El mensaje “tengo esto para compartir” no parece tentar tanto al delincuente como el de los muros y cercas de protección que manifiestan claramente “¡atención! aquí hay cosas de valor”.
Planificando, las soluciones son mejores y más económicas, después es todo complicado, costoso y difícil. Facilitar por ejemplo mixtura social es un objetivo totalmente factible. En Holanda los emprendimientos urbanos residenciales deben por ley ofrecer, aunque estén destinados al sector socioeconómico alto, un determinado porcentaje de vivienda económica para población de menor poder adquisitivo. La contracara son muchas ciudades de Latinoamérica, donde los planes de vivienda y la construcción espontánea se localizan generalmente en la periferia, con déficit de acceso a las mejores posibilidades e infraestructuras. Ante el agravamiento de la inseguridad en las grandes urbes, sectores socioeconómicos altos o medios se blindan y encierran y hasta sectores más bajos cercan sus propiedades o manzanas. Se forman guetos que colisionan. En nuestra zona de pequeños Municipios turísticos, al carecer por tanto tiempo de políticas para facilitar el acceso a tierras urbanas con servicios (cosa no tan difícil implementar) muchas familias, deben recurrir a vivir cada vez más lejos de los lugares donde trabajan, generando desigualdades de acceso a las oportunidades y modelos urbanos basados en transporte individual. Las densidades sumamente bajas, provocan que haya lugares públicos (calles, veredas, espacios verdes) deshabitados, sin iluminación, mal equipados, con horarios muertos, sujetos a vandalismo, etc. donde también es más difícil la vigilancia policial. Todas estas cuestiones, facilitan la delincuencia.
Es para destacar el caso de Medellín, donde después del veloz crecimiento de asentamientos marginales y del reino de los Carteles de la droga, se concretó un trabajo social y un programa de inversión donde insertaron en las zonas más pobres bellísimas y emblemáticas obras con proyectos de alta calidad: Bibliotecas funcionando como centros sociales de integración, Escuelas abiertas los 7 días, donde se festejan hasta los cumpleaños, Comisarías donde hay lugar para manifestaciones culturales, sistemas de transporte con funiculares para vincular rápidamente a los sectores aislados, Centros deportivos y muchos otros proyectos, siempre con diseños de calidad, abiertos, sin barreras de seguridad, con objetivos funcionales y lenguajes arquitectónicos muy claros. El correlato de disminución de violencia, delito y marginalidad fue impresionante. Hoy muchas ciudades tratan de copiar algo de este modelo exitoso, incluso una europea como Roma, proyecta un cable carril para vincular un barrio marginal con el centro de la ciudad en la intención de evitar el aislamiento de personas por cuestiones raciales y culturales.
Lo opuesto a la inseguridad, no es la seguridad, es la convivencia, y esta se construye sembrando confianza.
Daniel Fassi
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